Limosna obligatoria, y con prima navideña. Si no, ácido a la cara
El fin de semana pasado, un jóven de apenas 22 años fue atacado por un indigente, quien le arrojó ácido a su cara por no haberle dado una moneda. El jóven obviamente enfrenta secuelas físicas y psicológicas para toda su vida, mientras que el agresor en el mejor de los casos recibirá una condena de 18 meses.
Es indignante la situación ocurrida y en general la situación en la que le toca vivir al ciudadano normal. Ahora resulta que si no accedemos a dar una moneda, podemos ser atacados con ácido, apuñalados o asesinados. Bogotá se ha convertido en una guarida para este tipo de hampones, quienes literalmente deciden sobre la vida de los demás y sobre el funcionamiento de la ciudad a su antojo.
A mi juicio, en parte esta situación es generada por una política laxa de las últimas administraciones distritales con respecto a la ocupación del espacio público, lo que ha incrementado la presencia de vendedores ambulantes, indigentes y ladrones; pero principalmente, es generada por la falta de castigos ejemplarizantes, que fomentan este tipo de comportamientos fuera de la ley.
No entiendo qué aporte puede dar una persona que ataca con ácido a otra a la sociedad, ni el aporte de un ladrón o de un político corrupto. Peor aún, además de no sumar, restan y generan problemas a la comunidad. Por eso creo que se debe modificar la normativa penal en nuestro país, por una que realmente castigue a quienes, como este tipo de personas, generan problemas y hacen retroceder al colectivo.
Una persona como esta no debería estar en la calle, es un verdadero peligro para la sociedad. Para todos aquellos que trabajan honestamente, sin atentar contra los demás. Es inconcebible que un país con los indices de delincuencia y violencia como el nuestro imponga penas tan laxas, que en cambio de ser restrictivas y ejemplarizantes, incentivan el delito.
Un ladrón, antes de robar a alguien; o un indigente, antes de echarle ácido a quien no le dio una moneda, debería saber que posiblemente ese sea su último acto en libertad. O en la vida.