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Doña Rosa.

Contrario a lo que su nombre podría sugerir, doña Rosa no es necesariamente una mujer. Doña Rosa puede ser tanto un hombre como una mujer, un usted, un yo… es en últimas una persona promedio de una sociedad como la colombiana, o como la latinoamericana también (aunque se puede encontrar en todo el mundo).

Una persona promedio que es féliz siéndolo, y que no se interesa por cambiarlo. No, esa persona es féliz leyendo ADN (ó La Razón, ó El argentino, para globalizarlo), viendo Caracol TV (ó Canal 7, por caso), y esperando por su ración diaria de pan y circo. Y, además, es feliz escuchando historias de gente que a diferencia de ella no quiere ser del promedio. Claro, al fin y al cabo esas historias son la base de sus argumentos, el «es que yo escuché…», «a mí me contaron…» es manantial para sus conversaciones

Doña Rosa, entonces, nunca ha salido del país pero tiene claro que es mejor no decir que es colombiana cuando esté en el exterior. Tiene clarísimo que en Europa no se bañan y por eso huelen tan mal. Cree que cualquier TLC traerá pobreza para el país, sin enterarse siquiera que la ropa que lava le quedó tan limpia por usar su detergente Ariel, de Procter & Gamble.

Jamás ha ido a Argentina pero está segura que todos los argentinos son unos «agrandados», se enorgullece de su país porque tiene los paisajes más verdes, se averguenza de su ciudad porque no tiene metro, mientras que todas las ciudades grandes del mundo sí. Obvio, el máximo contacto de Doña Rosa con algo semejante a un metro es el Tren de la Sábana, cuando estaba decorado con vistosos motivos de Nestlé.

Pero ojo, Doña Rosa no es exclusiva de Colombia o Latinoamerica. No, Doña Rosa, por ejemplo, es el gringo o el europeo que cuando uno le dice que es de Colombia, hace un cigarrillo imaginario con la mano y dice «drug??»; el que apoya a la distancia a Chávez «porque es el único que se le paró a los gringos»; el que se cree el cuento que la guerrilla lucha por los pobres y desamparados de Colombia. Es más, creo que todos en algún momento hemos sido Doña Rosa, al fin y al cabo no nos las podemos saber todas. Por ejemplo, yo soy medio Doña Rosa con Uribe, confieso. El lío de Doña Rosa, entonces, no es no saber de algo, sino opinar de lo que no sabe, y defenderlo sin argumentos. No se preocupa por ir más allá, sólo vive de lo que ve en la televisión basura, lo que oye o peor, de lo que le cuentan.

Hay que fomentar a las Doñas Rosas

Muchas veces el fondo de todo es que hay gente, con poder, a la que le interesan y se benefician de que existan Doñas Rosas por ahí. Si no no existiría el programa de Jota Mario ni Padres e Hijos hubiera durado tanto. Samuelito no hubiera llegado a la Alcaldía, y la gente no hubiera aplaudido cuando Ménem anunció las naves espaciales que iban a la estratósfera y en dos horas llevarían a los argentinos a Japón, Corea o cualquier parte del mundo

Qué se podrá hacer? Más educación? Unos medios de educación más responsables? ó será más bien que me estoy armando una tormenta en un vaso de agua??? Yo creo que es eso último…

PD: Dejo claro que el Doña Rosa y el doñarocismo es un concepto que leí por primera vez hace mucho tiempo en un blog argentino, y que se refiere a una perosna típica pero imaginaria. No me refiero a alguna Rosa en particular